miércoles, febrero 19, 2025

El Club de los Viernes. Recorremos Madrid: Tapas, Risas y Secretos Ocultos»

Angel Bahamontes
Angel Bahamonteshttps://antpji.org/
Presidente de la Asociación Nacional de Tasadores y Peritos Judiciales Informáticos

Hace unos días, dimos inicio a una nueva tradición bajo el nombre de «El Club de los Viernes», con el objetivo de recorrer Madrid de una manera única: entre tapas, risas y secretos ocultos. Cada viernes, nos adentramos en los misterios de la capital, descubriendo no solo sus lugares emblemáticos, sino también las historias y curiosidades que la hacen tan especial.

Nuestra primera aventura comenzó a las en la icónica Plaza Mayor, conocida originalmente como la Plaza del Arrabal, donde se alzaba un mercado vibrante y sus fiestas populares animaban la ciudad. Este punto de encuentro, con sus terrazas siempre llenas de vida, fue el inicio perfecto para nuestra ruta. Recorrimos la plaza en torno a la Estatua de Felipe III, un monumento que, además de conmemorar la figura de Felipe III, guarda una curiosa historia. En 1619, el monarca encargó la construcción de la plaza, que con el tiempo sería el centro de tantos eventos históricos. Sin embargo, lo que realmente marca la diferencia es el atentado sufrido por la estatua: un artefacto explosivo fue colocado en la boca del caballo, causando una explosión que dañó parte de la escultura. Tras la detonación, se pudo observar cómo varios huesos de animales saltaron por los aires, probablemente atrapados en el interior de la estatua desde el momento de su construcción.

Continuamos nuestra caminata y llegamos a uno de los edificios más emblemáticos de la Plaza Mayor: la Casa de la Panadería. Situada en el lado norte, su fachada se distingue por una serie de pinturas que representan escenas mitológicas. El nombre del edificio se debe a que, en sus orígenes, albergaba panaderías en la planta baja, mientras que los pisos superiores estaban destinados a aposentos reales. A lo largo de los siglos, este edificio ha sido testigo de la evolución de la ciudad, transformándose en un símbolo de su historia y cultura.

Cada viernes, El Club de los Viernes no solo se dedica a disfrutar de la gastronomía local, sino también a sumergirse en las historias que Madrid tiene para ofrecer. No es solo un recorrido, es una oportunidad para descubrir los secretos de la ciudad, compartiendo momentos inolvidables entre amigos y aprendiendo algo nuevo en cada rincón.

El Arco de Cuchilleros, situado en la esquina suroeste, es uno de los puntos más emblemáticos de este histórico enclave madrileño. Esta salida porticada conecta la plaza con la famosa Cava Baja, es la  joya arquitectónica, lo primero que sorprende es la imponente escalera que desciende hacia la calle. Al llegar a la calle de Cuchilleros y girar para observar el arco, es cuando realmente se puede apreciar la altura del edificio, con sus seis plantas que le otorgan una grandiosidad que sorprende al visitante.

Uno de los platos más emblemáticos de la Plaza Mayor y sus alrededores son los bocadillos de calamares. En muchos de los bares cercanos, especialmente en las horas de más concurrencia, los clientes se agolpan para disfrutar de este delicioso bocadillo, que consiste en pan relleno de calamares recién fritos. Este plato es perfecto cuando se acompaña con una caña de cerveza, creando una combinación clásica en Madrid. El precio de los bocadillos varía entre 3,50 y 5 euros, dependiendo del establecimiento, que incluso compiten entre sí anunciando el precio más atractivo en sus escaparates. Por alrededor de 5 euros, puedes disfrutar del bocadillo junto con la cerveza, una experiencia imprescindible en la Plaza Mayor.

No podemos olvidar la tradicional foto frente a la antigua relojería situada en los alrededores de la Plaza Mayor, que cuenta con un autómata que marca la hora de manera encantadora para los paseantes. Este es un lugar que no solo ofrece un punto de referencia para los turistas, sino también una foto imprescindible para aquellos que quieren capturar la esencia de Madrid.

Y, por supuesto, no puede faltar la clásica foto con la Estatua del Gato. A los habitantes de Madrid se les conoce popularmente como «gatos», un apodo que tiene su origen en una histórica leyenda del siglo XI, durante el Siglo de las Cruzadas. La leyenda cuenta que, en el año 1085, durante la reconquista de Toledo, Madrid, que en ese entonces se llamaba Mayrit, estaba bajo dominio árabe y protegida por una gran muralla construida por Muhammad I. El rey Alfonso VI, conocido como ‘El Bravo’, quería tomar la ciudad debido a su importancia geográfica. Ante la imposibilidad de entrar por la puerta principal, un soldado se atrevió a escalar la muralla con nada más que una daga, demostrando tal agilidad y rapidez que muchos lo compararon con un gato.

Una vez arriba, el soldado cambió la bandera árabe por la cristiana, permitiendo la entrada del resto de las tropas. Esta hazaña fue tan notable que el soldado fue apodado «gato», y con el tiempo, el apodo se extendió a toda persona valiente de Madrid, un apodo que se conserva hasta hoy. Si bien el requisito de valentía ha quedado atrás, el término «gato» sigue siendo un símbolo de la ciudad, un reconocimiento a su espíritu audaz y luchador.

Más de un siglo ha transcurrido desde que el Mercado de San Miguel abrió sus puertas como un mercado de abastos, y hoy, más de 100 años después, sigue siendo uno de los principales referentes gastronómicos del mundo. Situado en pleno corazón del Madrid de los Austrias, el mercado atrae a más de 10 millones de visitantes anuales, convirtiéndose en el auténtico templo gastronómico de la ciudad.

Este emblemático edificio no solo es una parada obligada para los amantes de la buena comida, sino también un lugar donde se puede vivir una experiencia sensorial completa, recorriendo los sabores y la esencia de cada rincón de España. En sus más de 30 puestos, los visitantes tienen la oportunidad de disfrutar de productos de primera calidad, traídos de diversas partes del país: desde las mejores tapas elaboradas con pescados y mariscos frescos de la costa gallega hasta una amplia selección de quesos gourmet, carnes, frutas, verduras, repostería y mucho más. Cada rincón del mercado invita a descubrir algo nuevo, creando una atmósfera única que invita a saborear lo mejor de la gastronomía española.

No solo se disfrutan delicias locales, sino también propuestas de renombrados chefs. Entre sus destacados se encuentran los helados artesanales de Joan Roca, reconocido con 3 estrellas Michelin, en su espacio Rocambolesc, o los tradicionales arroces de Rodrigo de la Calle, con 1 estrella Michelin, en su puesto Paella. También se pueden degustar las tapas castizas del Grupo Arzabal, que presentan en Madrí by Arzabal, entre muchas otras exquisitas opciones que reflejan la diversidad y riqueza culinaria de España.

Originalmente, el mercado se levantó sobre el solar de una antigua iglesia, la Iglesia de San Miguel de los Octoes, que fue destruida en 1809 durante la ocupación francesa. El objetivo de su creación era ofrecer un espacio moderno y funcional para la venta de productos frescos, siguiendo el modelo de otros mercados europeos de la época, y de esa visión nacía lo que hoy se ha convertido en uno de los lugares más dinámicos y atractivos de Madrid.

No es solo un lugar para comer y comprar productos de calidad. Es también un espacio cultural y social que mantiene su vitalidad gracias a una programación constante de eventos, catas de vino, talleres de cocina y presentaciones de chefs reconocidos. Esta actividad constante lo ha convertido en un lugar de encuentro, donde tanto madrileños como turistas se sienten parte de una comunidad que valora la tradición y la innovación en la gastronomía. Su modelo de éxito ha trascendido fronteras, convirtiéndose en un referente para la renovación de otros mercados en España y en el extranjero. Su modelo de negocio, que combina la tradición de los mercados de abastos con la modernidad de una oferta culinaria de alto nivel, ha sido admirado por guías de viajes y ha recibido premios que destacan su diseño y su propuesta gastronómica. El mercado ha demostrado que es posible innovar y, al mismo tiempo, respetar la historia, creando un espacio único que se ha ganado el reconocimiento a nivel mundial.

Toca ir de tapeo: El origen y la magia de las tapas en Madrid

La tapa es, sin lugar a dudas, uno de los elementos más representativos de la gastronomía española. Aunque se disfruta en toda España, muchas de las leyendas sobre su origen están vinculadas a Madrid y a otras regiones cercanas, lo que hace que esta costumbre tenga un sabor especial en la capital.

Una de las versiones más conocidas sobre el origen de las tapas se remonta al siglo XIII, durante el reinado de Alfonso X el Sabio. Según la historia, el rey cayó enfermo y sus médicos le recomendaron beber vino acompañado de pequeñas porciones de comida para mitigar los efectos del alcohol en ayunas. Al notar que esta práctica le ayudaba a mejorar, Alfonso X mandó que en todas las tabernas de Castilla se sirviera el vino siempre acompañado de algo para comer.

Otra versión popular, esta vez situada en el reinado de Alfonso XIII, cuenta que el monarca, durante una visita a Cádiz, paró en la venta El Ventorrillo del Chato para disfrutar de una copa de vino. Debido a una fuerte ventisca, el mesonero cubrió la copa con una loncha de jamón para evitar que la arena cayera en la bebida. A Alfonso XIII le encantó la idea tanto que ordenó que siempre se sirviera el vino acompañado de una tapa.

También existe una teoría que sitúa el origen de las tapas en el campo, donde los jornaleros llevaban vino acompañado de pequeñas porciones de comida para consumir durante sus descansos. Esta práctica no solo ayudaba a mantener la energía, sino que también evitaba la embriaguez mientras trabajaban en el campo.

Nos dirigimos a la calle más castiza de la ciudad, la Cava Baja, famosa por su bulliciosa vida nocturna y, por supuesto, por su tapeo. Con más de 50 tabernas y restaurantes en menos de 300 metros. La calle tiene una historia que se remonta a más de 900 años, cuando se construyó sobre una antigua muralla cristiana del siglo XII. En sus orígenes, era un foso que servía como frontera de la ciudad. Con el tiempo, se convirtió en uno de los principales ejes comerciales de Madrid, siendo el punto de llegada y partida para los arrieros, carreteros y comerciantes que transportaban productos hacia los mercados cercanos como el de San Miguel y el de La Cebada. Este tránsito constante de viajeros y mercancías fue el origen de las primeras posadas que acogían a los forasteros.

Un aspecto fascinante de la Cava Baja es su ambiente cosmopolita. Aquí, las conversaciones se cruzan en diferentes idiomas, pero todos tienen algo en común: la disfrutar de la buena comida. Entre las tapas más características de la zona, no podemos dejar de mencionar los callos o el cocido madrileño, que muchos madrileños disfrutan en su tradicional vermut de los domingos. Es una de las pocas zonas que aún conserva esa esencia castiza, perfecta para dar rienda suelta al disfrute de lo genuino de Madrid.

Nuestro plan para el domingo incluye terminar la visita en el Rastro con una parada en la Revolcona para saborear sus famosas patatas revolconas con torreznos o en Casa Lucio para disfrutar de sus célebres huevos rotos, sin duda, uno de los mayores placeres de la vida madrileña.

La Cava Baja no es solo una calle, es una experiencia gastronómica en toda regla. Cada bocado, cada tapa, cuenta una historia y es un reflejo de la rica tradición culinaria de Madrid. Desde los sabores más auténticos hasta las propuestas más innovadoras, esta calle ofrece una visión única de lo que significa ser madrileño y lo que significa vivir el tapeo en su máxima expresión.

Nuestra ruta empieza en la  joya castiza del corazón de La Latina: El Mesón La Revolcona de la Cava Baja

Ubicado en la entrada de la Cava Baja ofrece una experiencia gastronómica que combina la tradición madrileña con la modernidad de una cocina innovadora. No solo es un punto de encuentro para los amantes del buen tapeo, sino también un lugar donde se respira historia, cultura y, por supuesto, buen sabor.

Lo que más destaca de este mesón es su auténtica esencia castiza, donde la calidad de los productos es la protagonista. Desde sus patatas revolconas, un clásico de la gastronomía madrileña, hasta sus torreznos crujientes y sabrosos, cada plato refleja el respeto por las raíces culinarias de la ciudad. La cuidada presentación de los platos y su equilibrio de sabores hacen que cada bocado sea una explosión de tradición y buen gusto, aunque lo que realmente distingue es su capacidad para fusionar la historia con la gastronomía. El local, ubicado en una zona cargada de tradición, mantiene un ambiente acogedor y genuino, que permite a los comensales disfrutar no solo de una comida deliciosa, sino también de un entorno lleno de anécdotas y recuerdos de tiempos pasados. Además, el trato es personalizado y cercano, lo que hace que la experiencia sea aún más agradable. Parada obligada para quienes buscan una experiencia auténtica.

José nos ofreció una visita completa al local, incluyendo la cueva, un elemento característico de los establecimientos de la zona. Este Mesón no solo preserva un pedazo de la historia, sino que lo fusiona de manera única con la modernidad. En la entrada, se conserva una parte de la muralla original que protegía la ciudad en la Edad Media, usada como pasadizo que conectaba la villa medieval con el arrabal musulmán. Esta muralla data del siglo XVII y es testigo de los siglos de historia que guarda el lugar. La cueva, cuidadosamente restaurada y adaptada, alberga la cocina del Mesón, fusionando tradición y vanguardia en cada rincón.

Lo que realmente distingue a este Mesón es su habilidad para mantener la estructura original de la cueva, que sirvió como depósito de alimentos y bebidas debido a su ubicación subterránea. Este espacio mantenía una temperatura constante, lo que lo convertía en un lugar ideal para la conservación de productos perecederos como vinos, embutidos y quesos, comunes en los mercados cercanos. Además, la cueva ofrecía seguridad, protegiendo los productos de las inclemencias del tiempo y de posibles robos. A lo largo de los años, también se utilizó como alojamiento y llegó a inspirar a célebres escritores como Antonio Machado y Azorín, quienes encontraron en su ambiente un reflejo de la historia y la tradición de la ciudad.

Seguimos con nuestra ruta y pasamos al local más antiguo el Mesón del Champiñón: Este icónico local de la Cava Baja es famoso por su ambiente castizo y su especialidad en pimientos verdes fri tos y, por supuesto, los champiñones a la plancha. En el Mesón del Champiñón, los platos simples pero llenos de sabor reflejan la tradición de la cocina madrileña. Este mesón tiene una historia que data de hace varias décadas, siendo uno de los lugares más tradicionales de la zona. Su famoso plato de champiñones es servido de forma casera, y la atmósfera rústica te transporta al auténtico Madrid de antaño. N o es difícil ver a los locales disfrutando de un vermut o una cerveza acompañada de es tas delicias.

Las cuevas de Luis Candelas son parte de la historia de Madrid. En este lugar, la gastronomía se mezcla con el misterio, pues el nombre hace referencia al famoso bandolero madrileño Luis Candelas, que robaba en las cercanías de la zona. Las cuevas, restauradas cuidadosamente, sirven como un espacio único para disfrutar de la cocina tradicional. En este ambiente subterráneo, se sirven platos típicos como el cocido madrileño y las tapas c aseras, ideales para disfrutar en una de las zonas más emblemáticas de la ciudad. Las cuevas han sido testigo de historias de antaño, que siguen resonando en el aire mientras los comensales disfrutan de la oferta culinaria.

Taberna La Daniela: Situada en el barrio de La Latina, la Taberna La Daniela es un lugar con solera, donde los callos madrileños son el plato estrella. Esta taberna se caracteriza por su ambiente familiar y acogedor, ofreciendo lo mejor de la cocina castiza. Los callos de la taberna son un manjar muy apreciado tanto por los madrileños como por los turistas, y en la Taberna La Daniela, se preparan de manera tradicional, con un toque especial que ha conquistado a varias generaciones. La historia de este lo cal es tan rica como sus platos, reflejando la esencia de la auténtica taberna madrileña.

Casa Lucio: Uno de los restaurantes más famosos de Madrid, Casa Lucio es conocido en todo el mundo por su huevo roto, un plato sencillo pero delicioso que ha sido una referencia en la gastronomía de la ciudad durante décadas. En este lugar, se ha servido a grandes figuras de la política, la cultura y el deporte. Casa Lucio no solo destaca por su comida, sino también por su ambiente tradicional y su historia en el corazón de La Latina. Los platos son generosos y llenos de sabor, siendo su huevo roto uno de los más solicitados por los comensales que visitan el restaurante, un verdadero clásico que se disfruta con la mejor compañía.

La Fontanilla: Ubicada en el barrio de La Latina, La Fontanilla es otro lugar que ha sabido preservar la esencia de los bares y tabernas tradicionales de Madrid. Con su historia que remonta a varias generaciones, este establecimiento es famoso por su tapas caseras y su ambiente acogedor. Aquí, los callos y el cocido madrileño también son protagonistas en s u carta, preparados con ingredientes frescos y siguiendo la receta tradicional madrileña. La Fontanilla ha logrado mantenerse fiel a la tradición mientras ofrece una experiencia gastronómica que combina lo mejor de la cocina madrileña con la modernidad del tapeo actual.

Cada uno de estos lugares representa una parada indispensable para aquellos que deseen sumergirse en la auténtica gastronomía de Madrid. Con sus platos tradicionales, historias fascinantes y ambientes únicos, cada uno de ellos ofrece una visión distinta de lo que significa disfrutar de esta vibrante capital.
A las doce menos cuarto, y con el transporte público ya finalizando su servicio, nos vimos obligados a despedirnos, pero no sin antes reflexionar sobre lo positivo de la jornada. Fue una experiencia enriquecedora, llena de buen sabor y mejores recuerdos. Ya con la mente puesta en la próxima ruta, comenzamos a planear la nueva aventura para el viernes siguiente.

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