El Gran Teatro CaixaBank Príncipe Pío abre sus puertas a un universo donde las marionetas abandonan su inocencia y nos confrontan con la cruda, divertida y absurdamente real naturaleza humana. Bajo el título Avenue Q, se presenta un espectáculo que, a pesar de su apariencia inocente, es una parodia ferozmente inteligente de nuestra época.
Dirigido magistralmente por Gabriel Olivares y José Félix Romero, y con una traducción y adaptación local que raya en la genialidad a cargo de Tuti Fernández, este montaje no es una simple obra de teatro: es un tribunal popular donde cada espectador es jurado, fiscal y, a veces, acusado.
Síntesis Legal y Ética de un Barrio que no Aparece en Google Maps
En la Avenida Q (de «Cutre»), un barrio imaginario de Lavapiés, reside una fauna compuesta por marionetas y humanos que encarnan los vicios, sueños y miserias de una generación precarizada. Felipe, licenciado en Historia y Geografía, se convierte en nuestro inocente «cliente» en este juzgado de la vida moderna, donde los cargos son: racismo involuntario, adicción a la pornografía, homofobia reprimida y frustración laboral.
A lo largo de cien minutos de acción ininterrumpida, Avenue Q plantea un debate legal de alta comedia sobre cuestiones que ni la jurisprudencia ni los manuales de ética pueden resolver fácilmente: ¿Hasta qué punto somos cómplices de nuestras propias miserias?
La Felpa como Instrumento de Subversión para una producción es impecable. Anna Tussell y Asier Ancho logran una escenografía que convierte un escenario en una verdadera corrala madrileña. Las proyecciones multimedia amplían la narrativa, funcionando como expedientes visuales que refuerzan cada acusación contra la absurda «normalidad» adulta.
El elenco, integrado por Alberto Scarlatta, Lucía Ambrosini, Diego Monzón, Jaime Figueroa, Mary Capel, Paula Soto, Dani Orgaz y Ezequiel Rojo, merece sentencia de excelencia. La destreza que demuestran al manipular marionetas mientras actúan, cantan y bailan es un prodigio de técnica teatral.
Especial mencón a Mary Capel, cuya voz y versatilidad actoral elevan la sesión de esta «audiencia» teatral a niveles de pura épica emocional.
Relato Fantástico: El Día que el Derecho Civil Conoció a Trekkie Monster
Cuenta una leyenda jurídica (nunca probada pero siempre creída) que en una de las noches del Festival de Campo, un joven abogado, agotado tras diez horas de pleitos menores, cruzó por error la puerta del Príncipe Pío. Allí, en lugar de encontrar el sólido código de procedimiento, descubrió a Trekkie Monster defendiendo, con vehemencia, el derecho inalienable a «ver porno» como una expresión cultural.
Dicen que aquel abogado nunca volvió a citar a Savigny con la misma solemnidad y que, desde entonces, entiende que no todo puede resolverse con leyes: algunas cuestiones exigen la catársis irreverente del humor.
Análisis Crítico y Normativo
En una sociedad donde la autocensura amenaza con ahogar la crítica, Avenue Q se convierte en un alegato valiente a favor de la libertad de expresión. Su humor ácido y su lenguaje sin filtros podría ofender a los más «puritanos de LinkedIn», pero sería injusto ignorar la profundidad filosófica de su mensaje: ¡nadie es perfecto y eso está bien!
Desde el punto de vista jurídico, Avenue Q podría considerarse un tratado teatral sobre la «culpabilidad difusa» en tiempos de crisis de valores. Ningún personaje es un villano absoluto; todos son cómplices y víctimas de una vida que, como Lavapiés, es vibrante, diversa y contradictoria.
Avenue Q no busca escandalizar por mero exhibicionismo. Como todo buen ejercicio de «derecho natural», expone realidades ocultas bajo la alfombra de la urbanidad. Su mensaje final resuena más vigente que nunca: «la vida, en realidad, es solo una fase temporal de confusión crónica».
Para quienes trabajan en compliance, ética empresarial o derecho penal, esta obra ofrece una lección crucial: a veces, la mejor auditoría de nuestra conducta es reírnos de nuestras propias contradicciones.
La última advertencia
Si decides acudir al Príncipe Pío pensando que vas a ver «solo un musical con marionetas», mejor prepárate para salir acusado de «hipocresía adulta» y absuelto, felizmente, por «reincidencia en humanidad».
¡Corre a la taquilla! Avenue Q no es solo una obra: es una absolución pública para tu niño interior.