El cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, protagonizó el pasado 29 de mayo un encuentro en el Colegio Notarial de Madrid, donde reflexionó sobre el papel de la Iglesia en un mundo marcado por la transformación tecnológica, cultural y humana. En su intervención, Cobo reconoció el impacto disruptivo de la inteligencia artificial y las redes digitales en la sociedad actual, subrayando que la humanidad atraviesa un “momento de shock” ante los retos del siglo XXI.
Lejos de presentarse como poseedora de todas las respuestas, la Iglesia —afirmó el cardenal— ofrece una “semilla de esperanza” que sigue germinando en la historia. “No buscamos monopolizar la verdad, sino ser testigos de un cambio positivo”, aseguró, defendiendo el diálogo, la dignidad humana y la fraternidad como pilares esenciales para afrontar el futuro.
Cobo celebró los avances en la regularización de trabajadores migrantes en España y destacó la revitalización que la inmigración ha traído a la Iglesia de Madrid, describiéndola como “un aire fresco y una fe vivida con alegría”. En este sentido, afirmó que Europa necesita trabajadores y que el sur del Mediterráneo cuenta con jóvenes dispuestos a contribuir, poniendo en valor la integración como signo de los tiempos.
El cardenal también enfatizó la importancia de la oración cotidiana como forma de “inmersión en la realidad” y de conexión con las personas y situaciones concretas. Citando a Joseph Ratzinger, recordó que la vitalidad de la fe radica en su autenticidad y no en su tamaño, y que la Iglesia del futuro estará formada por pequeñas comunidades significativas.
Sobre el ecumenismo, Cobo defendió que la unidad cristiana se construye desde la reconciliación y la misión común, no desde la uniformidad. “La diversidad es el terreno donde cultivar la fraternidad”, afirmó, invitando a trabajar juntos para demostrar que la dignidad humana es real y compartida por todas las confesiones cristianas.
Finalmente, el arzobispo de Madrid abordó la cuestión de las vocaciones, celebrando la reciente ordenación de once nuevos sacerdotes y el ingreso de veintidós jóvenes al Propedéutico, como signos de esperanza y vitalidad vocacional en la diócesis. “La Iglesia debe ser notaria de los brotes de vida y esperanza que transforman la realidad”, concluyó, reivindicando el compromiso renovado con la misión eclesial en tiempos de cambio acelerado.
