Madrid fue escenario, el pasado 3 de julio, de una de las citas más relevantes para el pensamiento estratégico iberoamericano. En la sede de la CEOE, el Consejo de Empresarios Iberoamericanos (CEIB) celebró un nuevo encuentro de su Ciclo de Conferencias en Clave Iberoamericana, centrado esta vez en el futuro de la región ante los profundos cambios del orden global y las nuevas amenazas a la seguridad. Como ponente principal, Juan Carlos Pinzón, exministro de Defensa de Colombia, exembajador en EE. UU. y referente internacional en seguridad y geopolítica, compartió una visión cruda, realista y profundamente estimulante del momento histórico que atraviesa Iberoamérica.
Desde el inicio de su intervención, Pinzón no se anduvo con rodeos: vivimos en un mundo caótico, impredecible y saturado de desinformación. La tecnología, lejos de ser solo aliada del progreso, también está acelerando la lógica de conflicto. «Cuanto más avanzamos tecnológicamente, más cerca estamos de la guerra», sentenció. En un entorno global donde las guerras no solo se libran en trincheras sino también en redes sociales y mercados financieros, la seguridad adquiere dimensiones completamente nuevas.
Uno de los puntos clave fue su diagnóstico sobre el crimen organizado en América Latina. Pinzón abordó sin rodeos la conexión entre crimen y política, y cómo estas organizaciones han escalado su accionar: narcotráfico, minería ilegal, lavado de dinero, trata de personas, tráfico de armas y hasta especies silvestres. «Se justifica el crimen organizado bajo la narrativa de la pobreza, pero eso desestabiliza nuestras democracias», alertó. En su visión, para combatirlo no basta con represión; es imprescindible generar desarrollo social en las regiones más vulnerables, allí donde el Estado no llega y las mafias se convierten en la única autoridad.
No todo fueron sombras. Pinzón también trazó con firmeza las oportunidades estratégicas que tiene Iberoamérica para posicionarse como actor clave en el nuevo orden global. Destacó la competencia mundial por el control de tecnologías emergentes, recursos naturales y capital humano. Aquellos países que lideren la inteligencia artificial, la ciberseguridad, la biotecnología o la computación cuántica marcarán el ritmo del poder mundial. Y ahí, dijo, América Latina tiene una ventaja: su diversidad biológica, sus reservas de minerales críticos y su posición como proveedor de alimentos y agua la convierten en un actor potencialmente decisivo.
Mencionó el caso de Bolivia, que posee las mayores reservas de litio del mundo pero no exporta ni un gramo debido a debates internos no resueltos. O el dilema de si América Latina formará parte activa de las cadenas de valor tecnológicas o seguirá siendo simple exportador de materias primas. «Debemos monetizar nuestros recursos para invertir en infraestructura, educación y productividad», afirmó, insistiendo en que el crecimiento debe ser inclusivo y sostenible.
Especial atención merecieron sus reflexiones sobre Colombia. Pinzón habló con conocimiento de causa: describió una economía golpeada pero no quebrada, una democracia frágil pero con margen de maniobra. Expuso que tras un período de bonanza entre 2000 y 2015, el país ha entrado en una espiral de inseguridad tras el rompimiento de la paz con grupos armados, la crisis del COVID y la aceleración del desempleo. Con elecciones en puerta en 2026, Pinzón apuntó que Colombia tiene una última oportunidad para elegir el camino correcto: dejar atrás la economía ilegal, proteger derechos, generar oportunidades y apostar por el capital humano.
La situación de pobreza es alarmante: 6 millones de colombianos en pobreza extrema, un 33% de pobreza monetaria y solo un 28% de la cocaína producida incautada. El reto no es menor. Pero también lo es la posibilidad de transformación, si se logra consenso nacional sobre el bien común y se establece un orden institucional independiente de los vaivenes políticos.
El coloquio no solo puso foco en Colombia. Habló también del papel de Estados Unidos como líder en poder financiero y militar, la competencia con China por la supremacía armamentística y comercial, y los nuevos debates que se abren en Europa sobre monedas digitales respaldadas por bancos centrales. Las reglas del juego global están cambiando, y los países que no se adapten a tiempo quedarán relegados.
Pinzón se mostró particularmente incisivo al abordar la responsabilidad de los gobiernos iberoamericanos en garantizar gobernanza y estabilidad. Denunció el avance del populismo, los modelos que favorecen a unos pocos y perpetüan la exclusión. Y resaltó la empleabilidad juvenil como clave estratégica: «no hay desarrollo posible si los jóvenes no tienen oportunidades reales de insertarse en el mercado laboral del futuro».
Los asistentes al evento salieron con una mezcla de inquietud y entusiasmo. Porque si algo dejó claro este encuentro fue que no hay tiempo que perder. Iberoamérica debe decidir qué papel jugará en la historia que se está escribiendo ahora mismo. Tiene los recursos, el talento, y cada vez más, la conciencia del momento histórico que vive. Lo que falta, como bien apuntó Pinzón, es el orden, la claridad de reglas y una visión de largo plazo.
Desde Tecfuturo celebramos este tipo de espacios donde la reflexión se combina con el análisis riguroso y la acción estratégica. Porque debatir sobre seguridad, gobernanza y futuro en clave iberoamericana es también un acto de esperanza.


