Cuando empecé con el peritaje informático, si me hubieras visto la cara, habrías pensado que me había dejado solo en un quirófano con un bisturí en la mano.
No era por falta de ganas ni de conocimientos. Era porque, cada vez que decía “soy perito informático”, pasaban cosas raras:
- Alguno pensaba que yo era “el chico de las impresoras”.
- Otro me pedía que le “hackeara el WhatsApp al ex”.
- Algún familiar lo explicaba en las cenas así: “Este hace cosas con ordenadores para los jueces”.
Y luego estaban los clientes. Esos que, mirándote muy serio, te sueltan:
—Antes de contratarte, ¿puedo hablar con algún cliente tuyo para ver si eres bueno y ganas?
—¿Me enseñarías tu carne de Perito Informático? Es que nunca se sabe.
—Y si te pago ya, ¿cómo sé que vas a ganar?
La primera vez te desconcierta. La tercera te enfada. La décima… te obliga a hacerte una pregunta incómoda:
¿De verdad hemos explicado tan mal lo que hacemos?
El día que Pilar quiso llamar a mi “profesor de notas”
Imagina esta escena. Pilar se sienta delante de mí, móvil en mano, mirada nerviosa. Tiene un problema serio: mensajes, audios, pantallazos… Un lío de esos que acaban en juzgado.
Hablamos, le explico cómo podría ayudarla, le detallo tiempos, costos, pasos. Asiente, parece convencida. Y entonces dispara:
—Antes de contratarte, ¿puedo hablar con algún cliente tuyo para ver si eres bueno y ganas?
Yo la miro. Ella me mira. Y en mi cabeza se cruzan dos respuestas:
La políticamente correcta: —Mira, Pilar, por confidencialidad no puedo…
Y la que me nace de dentro: —Claro, Pilar, ¿y yo con tu banco para ver si no eres morosa y me pagarás?
Porque lo que me pide, en el fondo, es esto: “Enséñame tu boletín de notas, pero con nombres y apellidos de los compañeros”.
No se lo digo así, claro. Pero esa escena me hizo entender algo: mucha gente cree que un Perito Informático, es alguien al que se le puede medir por “victorias” como si fuera un delantero centro. No lo es.
¿Me enseñas tu carne? (como si esto fuera Hogwarts)
Otra escena real. Persona seria, traje impecable, maletín caro. Me escucha explicar qué puedo hacer en su caso. Todo bien. Hasta que frunce el ceño y suelta:
—Me enseñarías tu carne de Perito Informático para comprobar que eres Perito Informático? Es que nunca se sabe.
Y ahí, de verdad, me entran ganas de responder:
—No, que lo mismo lo he falsificado, nunca se sabe… Hasta nunca.
Porque detrás de esa frase hay una idea casi mágica: que existe un carne único, oficial, universal, infalible, que convierte a alguien en “perito auténtico” como la varita convierte a Harry en mago.
Y no. La realidad es mucho más aburrida y mucho más seria:
- No hay un único “carné de perito informático” que te bendiga para siempre.
- Hay formación, experiencia, asociaciones, listas de juzgados, cursos, guardias nocturnas, errores, correcciones, informes defendidos ante jueces que te miran como si fueras un híbrido entre traductor y fontanero digital.
Pero claro, eso no cabe en un plastiquito con foto.
¿Y si te pago, cómo sé que vas a ganar?
Esta es, quizás, la frase más humana. Y la más peligrosa. Cuando alguien me la suelta, lo veo en su expresión:
- No habla solo con la boca, habla el miedo.
- Miedo a perder.
- Miedo a que no le crean.
- Miedo a tirar el dinero.
—Y si te pago ya, ¿cómo sé que vas a ganar?
A veces me dan ganas de responder: —No lo sabes, igual que no sabes si el dentista estornudará en mitad de la endodoncia y te dejará la boca como carne de kebab.
Porque, ¿quién puede prometer un resultado en algo tan complejo como un juicio?
- El médico no te puede prometer que la operación saldrá perfecta.
- El abogado no te puede prometer que el juez fallará a tu favor.
- El Perito Informático no te puede prometer que su informe será la llave mágica de la victoria.
Lo que sí puedo prometer es otra cosa mucho menos espectacular y mucho más importante: Que haré todo lo técnicamente posible para que la verdad digital de tu caso esté clara, limpia y explicada.
Vale, pero… ¿qué demonios tiene un perito informático?
Si eres estudiante, ciudadano normal, alguien que solo quiere vivir tranquilo con su móvil y su nómina, probablemente te preguntes:
“¿Y a mí qué me importa esto?”
Te importa más de lo que crees.
Un perito informático es, simplificando mucho, una mezcla de:
- Detective digital: busca, rescata y pone orden en las pruebas que viven dentro de móviles, ordenadores, redes, nubes, servidores.
- Traductor: convierte un lío de datos, logs, metadatos, mensajes, en una historia comprensible para un juez.
- Notario de lo invisible: deja constancia técnica de cosas que no se ven a simple vista, pero que pueden cambiar un caso.
Su trabajo se resume en tres verbos:
- Encontrar
-
-
- ¿Dónde están las pruebas? ¿En tu WhatsApp? ¿En un correo que borraste? ¿En un servidor de empresa?
- ¿Qué hay que mirar? ¿Mensajes, vídeos, audios, registros de conexión, ubicación, copias de seguridad?
-
- Demostrar
-
-
- ¿Ese audio está manipulado?
- ¿Ese pantallazo es real o está editado?
- ¿Ese vídeo se grabó cuando dicen que se grabó?
- ¿Es cierto que estabas en ese lugar a esa hora… o el móvil cuenta otra historia?
-
- Explicador
-
- Sin jerga absurda.
- Pecado “tecnomagia”.
- De forma que un juez y cualquier persona de a pie puedan entender qué pasó y por qué importa.
Nada de túnicas. Nada de hechizos. Solo método, paciencia y mucha tecnología.
El juez no ve Netflix: ve declaraciones, papeles… y tu vida digital
Otra cosa que suele sorprender es esto: Cuando tu caso llega a juicio, el juez ya tiene una idea en la cabeza. Antes de que el perito abra la boca, el juez ya:
- Ha leído tu demanda o tu denuncia.
- Ha leído la versión de la otra parte.
- Ha escuchado interrogatorios.
- Ha visto, quizás, algún vídeo, algún audio, algún documento.
El informe pericial informático no es un mando a distancia que cambia de golpe la película. No obliga al juez a nada. No es vinculante.
Pero. Cuando el perito llega con un informe serio, sólido, explicado con calma, capaz de responder a preguntas como:
- “¿Este vídeo está manipulado?”
- “¿Este WhatsApp es auténtico?”
- “¿Esta ubicación es confiable?”
- “¿Este correo fue enviado cuando dicen que fue enviado?”
Entonces el juez gana algo fundamental: confianza. Confianza en que la historia que le están contando, al menos en la parte digital, no es humo.
La vida real ahora pasa en pantallas (y los conflictos también)
Párate un segundo y piensa en tu día a día:
- ¿Dónde discutes más: en el salón o por WhatsApp?
- ¿Cuántas cosas importantes pacta por correo?
- ¿Cuántas decisiones se escriben en chats, grupos, mensajes directos?
- ¿Cuántas fotos, vídeos y audios generas sin pensar que un día podrían estar en un juzgado?
Hoy, muchos conflictos que acaban ante un juez tienen corazón digital:
- Un acoso escolar que se multiplica por grupos de WhatsApp e insultos en redes.
- Un despido que se sustenta en correos, mensajes de jefe a empleado y horarios de conexión.
- Una relación tóxica que deja un rastro de audios, amenazas escritas, ubicaciones compartidas.
- Un fraude en una empresa que se ve en accesos indebidos, cambios de contraseñas, movimientos raros en los sistemas.
Y también lo contrario:
- Una acusación falsa que se desmonta al analizar bien tiempos, ubicaciones, mensajes.
- Un pantallazo “demoledor” que resulta estar trucado.
- Un audio que se demuestra cortado y pegado.
Ahí, justo ahí, aparece el perito informático. No para decidir quién tiene razón, sino para decir qué es verdad y qué no en el universo digital de ese caso.
Una sala de vistas, un perito y un silencio.
Voy a contarte una escena que se repite con variaciones. Sala de vistas. Juez, abogados, partes, nérvios. En una pantalla se proyecta un vídeo que una de las partes asegura que lo cambia todo. Lo ponen. Silencio. Se oye un golpe, unas voces, un momento clave. El juez lo mira. Todos lo miran.
Y entonces llega la pregunta:
—Perito, ¿este vídeo es auténtico? ¿Ha sido manipulado?
Si el trabajo se ha hecho bien, el perito puede decir algo más que “creo que sí” o “creo que no”. Puede explicar:
- Si la fecha del archivo coincide con lo que se cuenta.
- Si hay cortes extraños, zonas editadas, pistas sospechosas.
- Si los metadatos cuadran.
- Si lo que se ve y escucha tiene coherencia técnica.
Esa respuesta no puede “decidir” el caso. Pero puede:
- Desmontar una mentira.
- Proteger a un inocente.
- Darle fuerza a una víctima que nadie creía.
- Obligar a replantear una estrategia.
Y todo eso se decide, muchas veces, en ese silencio incómodo después de que el juez pregunta ¿es auténtico? .
Lo que nadie te cuenta de pagar a un Perito Informático
Volvamos al miedo a pagar.
Es lógico. Vivimos en un mundo donde todo parece promesa:
- “Compra esto y serás feliz”.
- “Haz este curso y ganarás más”.
- “Contrata a este profesional y lo tendrás hecho”.
El perito informático honesto no puede jugar a eso.
Pagar un informe no es comprar una victoria, es comprar:
- Claridad.
- Luz en medio del caos de mensajes, archivos, redes.
- Una foto lo más objetiva posible de lo que tus dispositivos cuentan de tu historia.
A veces esa claridad confirma lo que tú ya sabes. A veces, te desmonta tu propia versión.
Y esto es duro, pero es importante: Un buen peritaje puede servirte para ganar un juicio… o para decidir que no te conviene entrar en él.
Porque descubres que:
- No tienes tanta prueba como creías.
- La otra parte tiene más de lo que imaginabas.
- Tus pantallazos no sirven tal como los has generado.
- Tu mejor opción es negociar, no ir a la guerra.
Eso también es valor. Aunque no salga en los titulares.
¿Y los estudiantes en todo esto?
Si eres estudiante, especialmente de Derecho, informática, criminología, comunicación, educación… esto te toca de lleno.
Porque el mundo al que vas a salir es uno en el que:
- Lo digital ya no es “un extra”, es el escenario principal.
- Casi cualquier conflicto relevante tendrá rastro tecnológico.
- Saber leer, entender y cuestionar pruebas digitales será tan básico como saber leer un contrato.
Da igual que quieras ser:
- Abogado.
- Policía.
- Profesor.
- Emprendedor.
- Periodista.
- O simplemente una persona que no quiere que le arruinen la vida con una prueba falsa.
Necesitas desarrollar algo que casi nadie nos enseñó en el instituto: Cultura de la prueba digital.
Saber que:
- Un pantallazo, por sí solo, vale poco si no se maneja bien.
- Un audio reenviado mil veces puede perder valor.
- Un mensaje sacado de contexto se puede interpretar al revés.
- Borrar cosas suele ser mala idea si sospechas que habrá problemas.
Y, sobre todo, saber cuándo hace falta levantar la mano y decir:
Esto es demasiado grande para mí, aquí tiene que entrar alguien que sepa de verdad.
Del chiste al respeto
Podemos seguir riéndonos de:
- “¿Me enseñas tu carne de perito?”
- “¿Puedo hablar con algún cliente a ver si ganas?”
- “¿Me garantizas la victoria si te pago?”
El humor es sano. Yo mismo me río muchas veces de anécdotas que, en su momento, me sacaron de quicio.
Pero ojalá, además de reírnos, empecemos a hacer otra cosa:
Respetar la parte invisible de la justicia digital.
Porque detrás de ese informe que parece “solo un montón de páginas con tecnicismos” hay:
- Noches revisando discos duros que parecían vacíos.
- Horas escuchando audios dolorosos sin poder apartar la mirada (ni el oído).
- Megas y megas de datos que hay que ordenar, clasificar, verificar.
- Y una responsabilidad enorme: ponerle palabras claras a una verdad que vive dentro de máquinas.
Cuando empecé en esto, tenía cara de idiota porque pensaba que el problema era mío. Hoy sé que el problema es mucho más grande:
- Hemos digitalizado nuestra vida antes de aprender a entender la prueba digital.
- Exigimos certezas absolutas en sistemas que, por definición, trabajan con probabilidades y matices.
- Buscamos carnes mágicas donde lo que hace falta es criterio, ética y método.
Y ahora te toca a ti
La próxima vez que:
- Ves un pantallazo de WhatsApp que “destroza a alguien”.
- Te reenvíen un audio que “prueba” algo gravísimo.
- Alguien te enseñe un vídeo asegurando: “mira, aquí se ve clarísimo”.
Hazte tres preguntas muy simples:
- ¿Estoy seguro de que esto es real y no está manipulado?
- ¿Estoy viendo la historia entera o solo un trozo recortado para que piense algo concreto?
- Si esto fuera sobre mí… ¿no querría que alguien experto lo analizara bien antes de juzgarme?
Si la respuesta a alguna de esas preguntas es “no lo sé”, ahí empieza el trabajo del perito informático.
Y, quién sabe, quizás también empieza el tuyo: el de no tragarte cualquier cosa solo porque aparece en una pantalla.


