La violencia de género digital es una extensión de la violencia de género tradicional, que emplea tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para ejercer control, daño o intimidación hacia una persona, especialmente mujeres y colectivos vulnerables. Esta forma de violencia no solo perpetúa las desigualdades de género preexistentes, sino que amplifica su impacto debido a la naturaleza global, instantánea y viral del entorno digital.
En España, las víctimas de violencia de género reciben apoyo a través de diversas ayudas y servicios sociales como el teléfono 016, casas de acogida, apoyo psicológico y asesoramiento legal gratuito. Sin embargo, cuando la violencia se traslada al mundo digital, la situación se complica aún más. Las víctimas no siempre saben cómo reaccionar o a quién acudir.
En la mayoría de las ocasiones, las víctimas de violencia de género digital no denuncian, por vergüenza, miedo o desconocimiento de los recursos disponibles. La falta de formación tecnológica y la escasa capacitación de médicos, psicólogos y fuerzas de seguridad para abordar estos casos contribuyen a la invisibilidad de este problema.
La violencia digital se ejerce a través de diversos medios tecnológicos, tales como redes sociales, correos electrónicos, aplicaciones de mensajería, dispositivos electrónicos y herramientas de monitoreo. Las acciones más comunes incluyen el acoso, el control, la sextorsión, la suplantación de identidad y la difusión no consentida de contenido íntimo. Los agresores explotan la tecnología para vigilar, acosar, manipular y humillar a las víctimas, a menudo utilizando los dispositivos de comunicación como herramientas de control y aislamiento.
En España, el 85% de las mujeres han sido víctimas de ciberacoso o control a través de dispositivos digitales en relaciones de pareja o exparejas. Sin embargo, a pesar de la magnitud de este problema, muchas víctimas se sienten impotentes para denunciar, debido a la falta de conocimiento sobre cómo hacerlo o a la falta de apoyo adecuado. La información personal, los correos electrónicos, las redes sociales y la suplantación de identidad son las principales herramientas que los agresores utilizan para perpetrar estas agresiones. El control geográfico, la difusión de imágenes o información íntima y la invasión de la privacidad son algunas de las formas más comunes de violencia digital.
Una de las formas más efectivas de protección es la recopilación de pruebas. Las víctimas deben guardar las evidencias de las agresiones digitales, como capturas de pantalla de mensajes, correos electrónicos o publicaciones ofensivas. Los registros de llamadas y correos también serán fundamentales para la denuncia. Además, es esencial aumentar la seguridad de los dispositivos, redes sociales, correos electrónicos y cuentas bancarias, cambiando las contraseñas y revisando los permisos de las aplicaciones, eliminando aquellas que puedan tener spyware o programas espías.
En España, la Ley Orgánica 1/2004 de Protección Integral contra la Violencia de Género ya incluye la violencia digital como una forma de agresión. Además, la difusión no consentida de imágenes íntimas está tipificada en el Código Penal (art. 197.7) con penas de prisión de 1 a 5 años. La Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) también ofrece canales específicos para actuar en caso de la difusión ilícita de imágenes, permitiendo a las víctimas presentar denuncias a través de su portal web.
Es aquí donde las asociaciones como la ANTPJI desempeñan un papel crucial. Los peritos informáticos especializados en violencia digital rastrean el origen de los ataques, recopilan pruebas y aseguran la cadena de custodia para los procesos judiciales. Además, emplean tecnologías avanzadas como la inteligencia artificial para identificar patrones de violencia digital y prevenir los ataques antes de que lleguen a las víctimas, utilizando algoritmos predictivos y sistemas de detección de contenido inapropiado, con lo que pueden bloquear mensajes violentos y evitar la propagación de contenido dañino.
La violencia de género digital es una amenaza real que requiere acción inmediata. El silencio solo perpetúa el problema y pone en peligro la vida digital y personal de las víctimas. A través de la educación sobre ciberseguridad, el uso de herramientas de protección y la denuncia, las víctimas pueden recuperar el control de su vida digital y proteger su seguridad personal.
En cuanto a la legislación, a pesar de que algunos avances se han logrado, aún existen áreas en las que la protección es insuficiente. El daño causado por la viralización de contenido íntimo no puede eliminarse por completo una vez que ha ocurrido. Además, la rapidez con que la información se distribuye en línea hace que los agresores se beneficien de la impunidad, especialmente cuando operan desde el anonimato o desde jurisdicciones donde las leyes sobre violencia digital no son claras o no existen.
Para hacer frente a esta amenaza, se necesita una mayor colaboración entre el sector privado, las organizaciones de derechos humanos y los gobiernos para mejorar la legislación y la protección de las víctimas. En particular, se deben establecer regulaciones claras para los proveedores de servicios digitales y las plataformas de redes sociales, asegurando que respondan rápidamente ante incidentes de violencia digital y que protejan la privacidad de los usuarios.
Además, la capacitación de los profesionales involucrados en el proceso de denuncia y ayuda a las víctimas es esencial. Los médicos, psicólogos, asistentes sociales y fuerzas de seguridad deben estar preparados para identificar señales de violencia digital y ofrecer el apoyo adecuado. La formación en ciberseguridad y derechos digitales es esencial para proporcionar una respuesta efectiva ante este tipo de agresiones.
La prevención debe ser una prioridad. A medida que más personas se familiarizan con los riesgos de la violencia digital, podrán protegerse mejor y reducir las probabilidades de convertirse en víctimas. Desde la educación en el ámbito escolar hasta el fortalecimiento de las políticas públicas, es importante crear una cultura de respeto y conciencia sobre el impacto de las tecnologías en la vida personal y profesional de las personas.
El avance de las tecnologías, como el uso de algoritmos predictivos y la inteligencia artificial, está ayudando a detectar y prevenir muchos casos de violencia digital antes de que causen daño. Las plataformas de redes sociales y las aplicaciones de mensajería también están mejorando sus sistemas de seguridad para prevenir el acoso y la difusión no consentida de contenido. Sin embargo, el camino hacia la erradicación de la violencia digital aún es largo y requiere la participación activa de todos los actores involucrados.
La violencia de género digital es un problema complejo y multidimensional que no debe ser ignorado. La lucha contra esta amenaza requiere una acción colectiva y la implementación de soluciones tecnológicas innovadoras, educación continua, y un marco legal más robusto que proteja a las víctimas y castigue a los agresores.
Si eres víctima de la Violencia Digital, ponte en contacto con www.antpji.com a través de su correo contacto@antpji.com , cuentan el único protocolo para la Violencia de Genero Digital.