La Comunidad de Madrid ha presentado con gran fanfarria un curso gratuito para formar a los madrileños en el uso de Gemini, la Inteligencia Artificial (IA) desarrollada por Google. El proyecto, impulsado desde la Consejería de Digitalización y anunciado en el Centro Digitaliza Madrid, busca acercar esta tecnología a la ciudadanía como si se tratara de un nuevo “derecho digital”.
A primera vista, la propuesta parece incuestionable: democratizar el acceso a la IA, enseñar a usar un asistente capaz de resumir textos, redactar correos, organizar calendarios o diseñar presentaciones en segundos. Pero un análisis más profundo revela una cara oculta que ningún político se atreve a verbalizar en público: ¿formación ciudadana o sometimiento a un gigante tecnológico extranjero?
La narrativa oficial es clara: cualquiera podrá inscribirse en Madrid Aula Digital y descubrir las virtudes de Gemini como un aliado en la vida diaria y profesional. Desde estudiantes hasta trabajadores de oficina, desde médicos hasta profesores, todos podrán optimizar su tiempo y liberar tareas rutinarias.
El consejero Miguel López-Valverde subrayó: “La IA no sustituye, complementa las capacidades humanas. Puede transformar sectores como la Sanidad o el Medio Ambiente y mejorar nuestro día a día”.
Lo que no dijo es que esta alfabetización tecnológica está supeditada a un único proveedor: Google. En la práctica, el gobierno regional está impulsando que millones de ciudadanos madrileños aprendan a pensar, trabajar y producir bajo la lógica y el ecosistema de una multinacional estadounidense.
Es como si en pleno siglo XX se hubiese decretado que todos los colegios enseñaran mecanografía únicamente en máquinas IBM o que la formación informática se redujese a manejar Windows ignorando alternativas. Una apuesta que genera dependencia estructural y limita la soberanía digital de la ciudadanía.
Gemini como asistente… y como recolector de datos
Entre los beneficios publicitados están la redacción de correos, la organización de agendas o el análisis de datos de salud y educación. Pero cada interacción con Gemini alimenta el modelo de Google con datos personales, hábitos de uso y patrones de comportamiento.
Aunque el curso incluye un módulo sobre privacidad y sesgos algorítmicos, la contradicción es flagrante: se enseña al ciudadano a “usar de forma segura” una herramienta cuyo negocio se basa en la extracción y procesamiento de datos a gran escala.
El riesgo no es teórico:
- Los algoritmos de Gemini pueden introducir sesgos en evaluaciones educativas.
- Su uso en salud abre la puerta a que datos médicos sensibles acaben en manos de terceros.
- La dependencia laboral de una IA propietaria puede condenar a profesionales a una obsolescencia programada si Google cambia sus condiciones de uso o decide monetizar funciones básicas.
En otras palabras: lo que hoy es gratuito y presentado como un “servicio público” puede convertirse mañana en una trampa de fidelización masiva.
¿Formación ciudadana o marketing corporativo?
No se trata de un simple curso. Se trata de una alianza público-privada con intereses cruzados.
- Google gana una base de usuarios entrenados en su ecosistema, multiplicando la adopción de Gemini frente a rivales como ChatGPT (OpenAI) o Claude (Anthropic).
- La Comunidad de Madrid gana una medalla política: puede presumir de ser pionera en alfabetización en IA, aunque lo haga entregando la llave del futuro digital a una sola compañía.
El problema es que el verdadero perdedor puede ser el ciudadano, que aprende a ser dependiente de una plataforma y no a entender la IA en sentido amplio. No se enseña cómo funcionan los modelos, cómo auditar sus respuestas, cómo protegerse de sesgos ocultos o cómo explorar alternativas de código abierto. Se enseña a ser un usuario más en la cadena de consumo de Google.
El precedente europeo: ¿otro caso de “vasallaje digital”?
Este movimiento no es aislado. En toda Europa, gobiernos regionales y nacionales están cediendo espacios de formación y administración a multinacionales tecnológicas. Amazon en logística pública, Microsoft en educación, ahora Google en inteligencia artificial.
La paradoja es que, mientras la Unión Europea impulsa regulaciones como la AI Act para garantizar la transparencia, la ética y la seguridad en el uso de la IA, las administraciones locales siguen entregando su soberanía tecnológica en bandeja.
En el caso madrileño, los riesgos son tres:
- Dependencia tecnológica: toda la formación gira en torno a Gemini, dejando fuera alternativas europeas o comunitarias.
- Cesión de datos: cada interacción es un flujo de información hacia Google, con un potencial de explotación económica enorme.
- Déficit de competencia crítica: los ciudadanos no aprenden a cuestionar ni a auditar la IA, sino a usarla como herramienta incuestionable.
Lo que no se dijo en el acto oficial
En el Centro Digitaliza Madrid no se habló de:
- Quién auditará los resultados de Gemini en la administración pública.
- Qué medidas concretas se tomarán para proteger los datos de los usuarios.
- Cuánto costará a medio plazo mantener esta alianza y si se prevén pagos o licencias futuras.
- Qué alternativas se evaluaron antes de firmar con Google.
La ausencia de estas respuestas es, en sí misma, un síntoma: el curso no es una estrategia educativa, es una campaña de marketing institucionalizada.
¿Qué debería enseñarse de verdad?
Si el objetivo real fuera alfabetizar a la población en inteligencia artificial, los contenidos deberían incluir:
- Diferencias entre IA propietarias (Google, OpenAI, Anthropic) y modelos abiertos (Mistral, LLaMA, Falcon).
- Cómo funcionan los sistemas de entrenamiento de modelos de lenguaje.
- Riesgos de privacidad, explicados con ejemplos prácticos.
- Métodos de auditoría ciudadana para detectar sesgos o errores graves.
- Impacto socioeconómico de la IA en el empleo y el mercado laboral.
En cambio, lo que se ofrece es una formación para usar Gemini como si fuera un electrodoméstico inteligente, ocultando las dinámicas de poder y negocio detrás de la herramienta.
Gemini: entre la eficiencia y el control
No cabe duda de que Gemini es una de las IAs más potentes del mundo. Puede resumir libros en segundos, generar imágenes hiperrealistas y asistir en la redacción de informes complejos. Pero el verdadero poder no está en lo que hace por el usuario, sino en lo que Google aprende del usuario cada vez que interactúa con ella.
Formar a toda una población en Gemini sin ofrecer alternativas es como entregar las llaves de la ciudad al imperio tecnológico. Puede que hoy los madrileños aprendan a ser más eficientes, pero mañana habrán cedido, sin darse cuenta, una parte esencial de su libertad digital.
La Comunidad de Madrid presenta su alianza con Google como un paso hacia la modernidad. Pero tras la retórica del progreso se esconde un dilema inquietante:
- ¿Queremos ciudadanos formados en una herramienta concreta o ciudadanos capaces de comprender y auditar el ecosistema completo de la IA?
- ¿Queremos eficiencia inmediata a cambio de dependencia futura?
- ¿Queremos ser usuarios o queremos ser protagonistas de nuestra propia soberanía digital?
El curso gratuito de Gemini puede ser la puerta de entrada a una nueva era de productividad. Pero también puede convertirse en el caballo de Troya del vasallaje digital, donde el verdadero precio no es el coste de la matrícula, sino la cesión silenciosa de nuestra autonomía tecnológica.
En TecFuturo seguiremos vigilando este tipo de iniciativas. Porque el futuro digital no puede construirse solo con promesas de eficiencia: requiere transparencia, soberanía y un debate ciudadano real sobre quién controla las herramientas que nos controlan a nosotros.
Esta formación se imparte a través de la plataforma Madrid Aula Digital y está abierta de forma gratuita a cualquier ciudadano que quiera dar sus primeros pasos en el mundo de la IA.


