Un caso que parece comedia romántica… hasta que faltan 1.300 euros
La historia podría haber sido una trama ligera de aplicación de citas: un hombre tímido, alguien que promete “enseñarle a ligar” y un supuesto juego de rol para perder el miedo a las mujeres. Pero el saldo final no tiene nada de romántico: tres transferencias por un total de 1.311,75 euros salen de la cuenta del denunciante, algunas con el concepto “transferencia de amor”, y el dinero nunca regresa.
La Fiscalía de Ceuta pide dos años de prisión para BAL, acusado de estafa informática tras recibir en su cuenta esos movimientos. El caso se ha juzgado en el Juzgado de lo Penal nº 1 y ha quedado visto para sentencia, después de escuchar al denunciante, al acusado ya dos agentes de la UDEF especializados en delitos digitales.
Del “te mensaje a ligar” al posible delito
Según la versión de BAL, todo empieza cuando abre un perfil femenino en una aplicación de citas y contacta con hombres a los que dice querer ayudar a “perder la timidez”. Afirma que, en otoño de 2022, establece con el denunciante un juego de rol en el que él se hace pasar por mujer, pero le confiesa que en realidad es un hombre y que todo forma parte de un “entrenamiento amoroso”.
En ese contexto, sostiene que las transferencias que recibieron voluntarias y pactadas, una forma de pago o dinámica dentro de ese juego de mentoría sentimental. La defensa llega a sugerir que la denuncia nace del “despecho” cuando el acusado habría querido romper la relación.
El denunciante, en cambio, niega haberlo conocido en persona ni haber aceptado un juego de este tipo. Asegura que los datos de su cuenta y sus datos personales se obtuvieron a partir de una estafa anterior, en la que una mujer le pidió ayuda y le llevó a transferir dinero y facilitar su información a una empresa ficticia. Ese dinero anterior da por perdido, convencido de que “ha sido tonto”, pero los 1.311,75 euros sí los reclaman.
El relato de BAL intenta situar parte de los hechos en Barcelona: habla de un encuentro físico con el denunciante, de un “después” el día 3 de noviembre y de comidas juntos el día 4, fechas clave en las que se producen movimientos bancarios.
Sin embargo, los agentes de la UDEF aportan un dato frío: la geolocalización del móvil del beneficiario de las transferencias lo sitúan en Zaragoza, no en Barcelona, en los momentos relevantes. Por la distancia entre ambas ciudades, descartan que se trate de un simple error de posicionamiento.
Además, la investigación se ha centrado en rastrear cuentas y números de teléfono, sin poder determinar todavía cómo obtuvo el acusado los datos bancarios de la víctima, si bien se ha descartado el phishing clásico como método (no hallan indicios de enlaces maliciosos que el denunciante hubiera pulsado).
¿Estafa informática o relación consentida? El reto jurídico
Para la Fiscalía, los indicios pintan un cuadro claro: movimientos de dinero unidireccionales que no se devuelven, un beneficiario con antecedentes por leves delitos relacionados y una versión del acusado que cambia respecto a la fase de instrucción. Esa combinación sustenta la acusación de estafa informática y la petición de dos años de prisión.
La defensa, por su parte, pone el foco en la conducta previa del denunciante: transferencias anteriores que nunca se realizaron a las autoridades y la posibilidad de que existan “ánimos espurios” al presentar la denuncia tras el supuesto fin de la relación. De fondo, aparece una cuestión jurídica compleja: dónde acaba el consentimiento en relaciones mediadas por tecnología y dónde empieza el engaño penalmente relevante.
La “estafa del amor” en tiempos de apps y roles
Más allá del morbo del caso concreto, las “transferencias de amor” encajan en una tendencia preocupante: las llamadas “estafas del amor” o love estafas, en las que alguien se aprovecha de una relación afectiva, real o simulada, para obtener beneficios económicos.
En otros procedimientos, la Guardia Civil ha documentado organizaciones que captan víctimas a través de redes sociales, se ganan su confianza con identidades falsas y acaban logrando transferencias de millas de euros para problemas inventados, desde supuestas operaciones médicas hasta inversiones urgentes. Aquí el mecanismo es más pequeño en cantidad, pero comparte elementos clave:
- Construcción de un vínculo emocional o de dependencia (en este caso, una supuesta mentoría sentimental).
- Uso de canales digitales (apps de citas, mensajería, banca online).
- Transferencias con conceptos que normalizan el pago (“transferencia de amor”) y difuminan los límites entre juego, regalo y engaño.
Para abogados, peritos y fuerzas policiales, estos casos obligan a hilar muy fino: distinguir entre decisiones libres, aunque ingenuas, y situaciones en las que la manipulación llega a viciar el consentimiento hasta convertirlo en estafa.
La mirada del perito informático: rastro de dinero, rastro de datos
En un escenario como este, el trabajo pericial ayuda a construir el “esqueleto objetivo” del caso:
- Trazar la secuencia exacta de las transferencias, horas, IP y dispositivos utilizados.
- Correlacionar la geolocalización del terminal del beneficiario con los movimientos bancarios, como hecho aquí al situarlo en Zaragoza.
- Analizar si hubo accesos remotos a la banca online de la víctima, cambio de dispositivos habituales o patrones anómalos.
- Revisar comunicaciones, apps de citas y mensajería, siempre que se cuente con autorización judicial, para comprobar si existe rastro coherente del supuesto “juego de rol”.
Este tipo de análisis no decide por sí mismo si hubo estafa, pero aporta un mapa de hechos técnicos que el juez puede cruzar con testimonios y otros indicios.
Emociones, vergüenza y silencio: por qué muchas víctimas no denuncian
Un detalle llamativo del relato del denunciante es que, sobre una anterior estafa de mayor entidad, dice literalmente que pensó que había sido “tonto” y decidió no reclamar. Ese patrón encaja con lo que cuerpos policiales y especialistas detectan en muchas “estafas del amor”: la vergüenza paraliza.
Las víctimas suelen experimentar:
- miedo al juicio social (“¿cómo he podido caer en esto?”),
- temor a que su entorno descubra detalles íntimos de la relación,
- culpabilidad por haber facilitado datos o dinero.
Esto hace que muchos casos no lleguen a sala o lo hagan tarde, cuando recuperar el dinero es casi imposible. Para policías y fiscales, esa dimensión emocional es tan relevante como la técnica: sin confianza, no hay denuncia; Sin denuncia, no hay investigación.
Innovación, vulnerabilidad y responsabilidad compartida
Las apps de citas, las plataformas de mensajería y la banca online son, a la vez, herramientas de libertad y vectores de riesgo. Permitan:
- conocer gente fuera de nuestro entorno inmediato,
- gestionar el dinero desde el móvil,
- mantener relaciones a distancia.
Pero esa misma comodidad facilita que:
- se difuminan los límites entre lo íntimo y lo público,
- cedamos datos personales y financieros con demasiada rapidez,
- se construyen relatos convincentes sin ningún contacto físico real.
Empresarios tecnológicos y diseñadores de plataformas tienen aquí un papel decisivo:
- mejorar los sistemas de alerta frente a comportamientos anómalos,
- facilitar canales de denuncia dentro de las apps,
- integrar avisos claros sobre patrones típicos de estafa amorosa,
- Ofrecemos herramientas de verificación que no vulneran la privacidad, pero sí dificultan la suplantación sistemática.
Qué podemos aprender todos de las “transferencias de amor”
Para quienes trabajan en Derecho y pericia:
- Mirar más allá de la cifra: los 1.311,75 euros son la punta visible de una dinámica emocional compleja.
- Incorporar la perspectiva de género y psicología en la comprensión de este tipo de engaños.
- Formarse en el ecosistema técnico (apps, métodos de pago, trazabilidad) para poder interrogar mejor a testigos y peritos.
Para cuerpos policiales:
- Seguir especializándose en unidades como la UDEF en rastreo económico y digital combinado.
- Potenciar campañas de sensibilización centradas en casos reales de “estafa del amor”.
- Coordinarse con unidades de violencia de género y atención a víctimas cuando el engaño se entrelaza con control, amenaza o chantaje emocional.
Para estudiantes y ciudadanía:
- Entender que pedir dinero, datos bancarios o acceso a cuentas es siempre una línea roja, aunque se esconde tras historias emotivas.
- Desarrollar un reflejo básico: antes de una transferencia “por amor”, consultar con alguien de confianza o con canales como el 017 de INCIBE, que se orientan gratuitamente.
- Recordar que denunciar no es reconocer “ser tonto”, sino ayudar a que otros no caigan en la misma trampa.
El juicio terminará en sentencia, el debate apenas comienza
El caso de las “transferencias de amor” de Ceuta quedará resuelto, en derecho, con una sentencia que dirá si hubo estafa informática o no. Pero, incluso cuando el procedimiento concluya, seguirán abiertas preguntas de fondo:
- ¿Hasta qué punto el Derecho penal debe entrar en relaciones ambiguas nacidas en lo digital?
- ¿Cómo se prueba el engaño cuando la historia se construye en chats efímeros, roles inventados y versiones contradictorias?
- ¿Qué responsabilidad tienen las plataformas en las que estas relaciones nacen y se desarrollan?
Responderlas no será tarea de una sola profesión. Requiere el diálogo entre abogados, peritos, policías, psicólogos, tecnólogos, empresas y, sobre todo, una ciudadanía que no se limita a consumir historias de estafa como anécdotas morbosas.
Porque detrás de cada “transferencia de amor” hay algo mucho más serio en juego: la forma en que la tecnología amplifica nuestras vulnerabilidades emocionales… y la forma en que, como sociedad, decidimos protegerlas.


