El día gris que empezó todo: lunes. Lluvia. La regla. Cita con mi banco. Fin de mes. Ya con eso tenéis el combo completo de por qué aquel día no tenía ni media sonrisa en la cara. Salí de casa con la expresión de un cactus sediento y el ánimo en modo “Netflix pregunta si sigues ahí”.
Fue entonces, mientras arrastraba mi alma como si fuera una mochila rota, que me topé con un cartel que decía:
Museo de la Felicidad – Descubre cómo se ríe la vida: No sabía si entrar o sentarme a llorar frente a él como en un drama turco, pero un cartel con letras amarillas fosforito me llamó más que mis dramas.
El primer paso (literal) a la felicidad: La entrada parece salida de una peli de Wes Anderson: colores pastel, música suave y una señora vestida como hada moderna que me dijo:
— “¿Preparado para salir con una sonrisa?”
Yo respondí con un gruñido tipo oso deprimido, pero asentí. Me pusieron una pulsera color arcoíris. Y sí, eso ya empezó a funcionar. Era como decirle a mi cerebro: “Tronco, hoy vamos a reprogramarte”.
El Risódromo: me reí… ¡sin querer!: La primera sala fue el Risódromo. Imaginad una cámara insonorizada donde todo el mundo ríe como si les acabaran de contar el mejor chiste de la vida. Al principio me sentí ridículo. Luego, incómodo. Después… me reí.
¿Por qué? Porque oías risas grabadas, otras reales, una voz que decía “hazte cosquillas” y un espejo con gafas de payaso que se activaban solas. Resultado: terminé llorando de la risa. Sola, absurda, contagiosa. Como si una risotada se hubiese metido en mi pecho a desatascarme la tristeza.
Abrazadores: tecnología para los que necesitamos mimos: Los abrazadores son como chaquetas de peluche que te aprietan como si tu abuela te abrazara en Nochebuena. Me metí en uno sin saber qué esperar… y salí blandito como un mochi.
Mi cuerpo, tenso como WiFi en el campo, se soltó. Oxitocina pura, dijeron. Yo solo sé que por primera vez en semanas me sentí cuidado. Por un aparato. Qué maravilla la tecnología bien usada.
Show Virtual de Magia: ilusión con propósito: Pasé luego al show virtual del mago Miguel de Lucas. Una pantalla envolvente, cartas flotando, trucos interactivos… y de pronto, el mago me mira (sí, a mí) y dice:
— “Hoy puede que estés mal, pero eso no te define. ¡Abracadabra, que desaparezca la tristeza!”
No lloré. Bueno, sí, un poquito. Pero era de emoción. ¿Un truco de magia me estaba dando un abrazo emocional? Confirmamos: sí.
La Disco Feliz: bienvenidos al fiestón emocional: Imagina una discoteca sin vergüenza. Música de los 80, luces de colores, burbujas y… ¡un espejo que te da cumplidos!
— “¡Estás fabuloso, Juan Carlos!” (sí, aunque me llamo Pedro, pero oye, el piropo cayó bien).
Me solté a bailar con una señora que hacía twerking a lo Leticia Sabater. Estábamos en éxtasis colectivo. Si bailar no cura, al menos te anestesia un rato.
El Tobogán: volver a ser niño (y gritarlo): El tobogán especial es alto, luminoso y termina en… ¡una nube de confeti! Grité. Reí. Aterricé en espuma rosa. Sentí 7 años otra vez. El único riesgo: no querer volver a la vida adulta jamás.
Armario de la Verdad: confesiones sin juicio: Aquí escribes lo que realmente sientes. Y lo dejas ahí. En voz alta o en papel. Yo escribí: “Estoy cansado de fingir que siempre estoy bien”. Lo pegué en la pared y vi que no estaba solo. Cientos de mensajes igual de sinceros. Fue catártico.
Muro de la Felicidad: ¿qué te hace feliz?: Un rotulador, un panel inmenso y la pregunta más sencilla del mundo: “¿Qué te hace feliz?”. Escribí “las croquetas de mi madre”. Al lado, alguien puso “despertar sin ansiedad”. Otro: “jugar con mi perro”. Y de pronto, estaba llorando otra vez… pero con una sonrisa.
Mascotas del Futuro: selfies con bichos adorables: Unos robots peludos con ojos LED te siguen y se ríen contigo. Me hice un selfie con uno que parecía un cruce entre Wall-E y un peluche de Ikea. ¿Necesario? No. ¿Divertido? Como un gif en bucle de gatos bailando.
Experiencias sensoriales: ¿a qué sabe la felicidad?: Aquí probé chicles que sabían a nube (literal), olí frascos que me recordaron al patio de mi infancia, y toqué texturas que me relajaron más que una siesta. No sabía que la nostalgia olía a menta y lana vieja.
Laboratorio de la Felicidad: ciencia que emociona: Me explicaron cómo funcionan las endorfinas, la serotonina y la dopamina. Pero lo hicieron con muñecos, tubos de ensayo de colores y un juego interactivo donde «curabas» a un personaje triste. Nunca quise tanto a una neurona de peluche.
Historia y geografía de la felicidad: un paseo por el mundo optimista: Desde los abrazos tailandeses hasta las fiestas del color en la India, esta sala muestra cómo cada cultura celebra la alegría. Aprendí que en Bután miden el PIB en felicidad y que en Finlandia hacen concursos de siesta. ¡Yo me mudo mañana!
Actividades creativas: pinta tu propia alegría: Colores, papel, barro, lápices, glitter. Me hicieron dibujar «mi felicidad ideal». Dibujé una tortilla gigante en una nube, abrazado por mi gato. ¿Y sabes qué? Me sentí bien. Libre. Artista de mi alegría.
MüF Bank: el cajero más sabio del mundo: Insertas tu tarjeta de visitante… y en vez de euros, recibes mensajes:
💬 “Hoy no necesitas hacerlo todo. Solo estar.”
💬 “Eres suficiente.”
Lloré. Otra vez. Pero ya ni me importaba.
El Auditorio: palabras que abrazan: Antes de irme, escuché una charla sobre “la risa como resistencia emocional”. El ponente era un payaso terapeuta que había estado en zonas de guerra. Lo dijo claro:
— “Reír no es huir. Es resistir.”
Ahí entendí todo.
Realidad Virtual: felicidad en modo inmersivo: Me puse unas gafas y me transporté a una playa sin notificaciones, un bosque donde los árboles hablaban, un cielo con fuegos artificiales. Salí como si me hubieran dado vacaciones en 8 minutos.
Salí riendo, y no era casualidad: Salí del Museo de la Felicidad con la mandíbula cansada de tanto sonreír, los ojos húmedos de emoción y el corazón un poquito más ligero. Lo que empezó como una visita improvisada, terminó siendo una sesión de “reset emocional”.
Guía práctica para tu visita al MüF
- Lugar: Ronda de Valencia 8, (28012 Madrid)
- Whats App: +34 667 46 63 38
- Teléfono: +34 912 01 63 91
- Información: info@museodelafelicidad.com
- Reserva de grupos: reservas@museodelafelicidad.com
♿ Accesibilidad: Total. Incluso el alma triste entra sin barreras
👶 Para quién es: Para niños, adultos, abuelos, alienígenas, y gente con ganas de reencontrarse
📷 No olvides: ¡Tu móvil para las fotos! Pero, sobre todo, tu disposición a sentirte ridículamente feliz.
Os aseguro de que se puede fabricar felicidad… al menos por un rato
El Museo de la Felicidad no vende humo. Ofrece momentos. Experiencias que, sin darte cuenta, te recuerdan lo que a veces olvidamos: que la risa es medicina, el juego es terapia, y que a veces, solo necesitas un empujón para volver a ti mismo.